El Puerto de La Casa en Riba al Mar

El Puerto de La Casa en Riba al Mar

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La casa en riba al mar.
Aristides Ureña Ramos

 Siempre pensé que era una pesadilla, despertar y tratar de salir de la casa y darme cuenta, que mi casa flotaba en las olas del mar, sin poder bajar de ella.

Cuando niño, en los veranos, mi padre nos enviaba por los litorales de Montijo, lugar de su procedencia. Allí mi abuelo tenia una casa en Montijo y mi tía en Buena Vista, cerca de El Pilón. La finca donde frecuentaban llevarnos era en una caleta, de hecho, el nombre de la finca era La Caleta, un promontorio que a manera de istmo entraba hacia el mar.

En mis menudos regresos de Florencia Italia en los años ochentas, aprovechaba para hablar con mi hermano Abelino (tiene un año y medio menos que yo) para remembrar recuerdos de infancias y travesuras; fue allí en unas de esas intimas tertulias, que pude desahogar esa inquietud que, en mis soledades me preocupaban, recibiendo respuestas a todas ellas.

Abelino tomó su pickaou y me llevo a La Caleta y allí en istmo de arena se encontraban seis pillastres de cemento, donde estaba colocado la bisara casa de mi abuelo. Pues en ese lugar cuando la marea subía, la casa quedaba suspendida en sobre las pilastras de cemento, dando la sensación de flotar en el mar. Vine a descubrir toda la verdad de mi inseguridad a casi 37 años.

Pero todo eso influyo mucho dentro de mi, gracias a que pude escribir muchos cuentos fantásticos, componer muchas melodías y pintar -en distintas fases de mi vida- obras referente a la casa suspendidas en riba al mar.

 

EL PUERTO DE LA CASA EN RIBA AL MAR.

(de la serie La casa en riba al mar)

2018

Dimensiones: 154 x 159 cms.

Acrílico sobre tela.

(del ciclo pictórico República Popular de Panamá)

Lala parte central de esta obra es la primera en capturarnos, con cuatro figuras como centro de nuestra atención. Pero entremos a analizar esta hermosa obra, que hace parte de la serie de la casa en riba al mar.

Un campesino, con su violín Rabel, suena una melodía, que viene danzada por dos mujeres empolleradas, Una cuarta figura sopla un caudal de agua, que viene a formar manantiales y fluentes dentro de los manglares. Inmediatamente notamos que es una fastuosa escena campesina, es una celebración. Aristides nos dice que: “Son muchos mis recuerdos, de fiestas de Santos y Santas patronos/as vistas en los campitos y caseríos por los playones de Icaco, Santa Catalina y los litorales montijanos, que han quedado bien grabados dentro de mi. La desembocadura del Rio San Pedro con sus canoas, trasportadores de vírgenes, músicos y creyentes, que, en los atardeceres veraneros, con guarichas prendidas bajos las oscuridades y los cantos religiosos que, nos hacían soñar y vivir un mundo mágico…”

Son estos los motivos que sostienen la realización de esta obra: a su izquierda- el hombre banana con sombrero panameño, para significar la Fertilidad, siguiendo con el tronco que brota de la tierra sosteniendo un motete con diferentes especies de animales emplumados, una tortuga y un tucán (animales en extinción) retomados para remarcar esa añorada fertilidad de la biodiversidad. Seguimos la lectura con un Tío Tigre tocando acordeón y un animal antropomorfo que suena una flauta de su propio cuerpo, junto a una especie de sapo con cara de humano (parte superior), para remarcar aún más ese binomio muy utilizado por Aristides de la cultura interiorana antropomorfa de la que siempre se ha alimentado nuestra idiosincrasia panameña.

La primera de cuatro canoas, con músicos interioranos celebrando su llegada al puerto, una casa sobre una montaña a forma de “faro marino” y sobre ello, las otras tres canoas que llegan desde el mar adentro, al puerto.

Las tres figuras que aquí, explicaremos deben ser leídas de izquierda a derecha. Un hombre con una lámpara de guaricha, ilumina el puerto, para que sus marineros y pescadores, encuentren la luz del regreso. Lo acompaña un águila para indicar la vista necesaria (de águila) para saber regresar. Tras él, una figura femenina, que sostiene un espejo, que está volteado hacia un hombre (el tercero) que camina entre las corrientes de agua. Es la simbolización del profundo sentimiento de disposición y gentileza que tiene la gente del mar, listos siempre para solidalizarse con el necesitado.

Toda la obra está colocada en los litorales veragüenses, sobre todo montijanos, como también cada dinámica de energía y fuerza de cada escena, es manejada para que la obra inspire tranquilidad y serenidad.

Las lunetas aristidianu’s.  En esta obra no podía faltar el timbre, que caracteriza las obras de Aristides, y en esta obra, es él con su esposa que cabalgan un águila real; coronando esta espectacular obra pictórica.